Como ando sin inspiración, a continuación presento la parte de un trabajo de ética que me tocó redactar.
Pero antes:
Uno de los aspectos críticos de la discusión nace a medida que indagamos en códigos y principios éticos. De todos los pilares que rigen el comportamiento médico, uno de los principales es la idea de no hacer daño como prioridad ante cualquier situación. No es necesario ser un gran observador para caer en cuenta de que los profesionales involucrados en el conflicto colocaron su integridad por sobre el beneficio de sus pacientes, y que además se violó una serie de otros principios al no mostrar empatía, al no comunicar como es debido la información a su paciente, y al hacer caso omiso de las observaciones de sus subalternos.
Los diferentes códigos éticos son bastante claros en este punto: el bienestar del paciente es lo primero. Desde los tiempos hipocráticos, la profesión médica se considera una hermandad en donde la relación entre colegas debe ir más allá de la amistad o del simple compañerismo: debe ser una relación de familia en donde todos resulten hermanos. Con esto en mente, la lealtad y el respeto entre médicos se transforman en un derecho y en un deber. En el caso planteado, la idea se desvirtúa cuando un profesional prioriza la lealtad hacia su colega y toma decisiones favorables para ella, pero que sentencian a muerte al recién nacido; no sólo se pervierte el concepto de lealtad al priorizarlo por sobre el “primum non nocere”, sino que ambos profesionales se vuelven cómplices de un crimen.
Ante esta perspectiva, otra problemática a tratar tiene que ver con la disposición jerárquica de la profesión. No sólo hay diferencias entre las distintas especialidades, también las hay entre el médico tratante y los interconsultores, y es innegable la gran asimetría que existe entre maestros y estudiantes en la práctica cotidiana. Según la Asociación Médica Mundial y el Colegio Médico de Chile, y sin ir más lejos, en la Declaración de los Derechos Humanos, las personas tenemos derecho a expresarnos libremente, derecho a no ser discriminados y, ya entrando en la ética médica, tenemos derecho a no tomar parte de acciones que consideremos cuestionables desde nuestro punto de vista ético, sin necesidad de temer por las posibles represalias. Es deber del jefe del equipo escuchar las opiniones de sus colegas y respetar las diferencias fundamentadas, y los maestros tienen la obligación de ser cautelosos para no exponer a sus alumnos ante situaciones controversiales desde el punto de vista ético.
Por otro lado, con respecto a denunciar irregularidades cometidas por un médico, las directrices éticas de la Asociación Médica Mundial no dejan dudas al respecto: es un deber denunciar cualquier irregularidad que sea cometida por otro médico. Para esto entrega como fundamentos la importancia de no hacer daño, y el hecho concreto de que sólo un médico tiene el conocimiento necesario para detectar los errores de otro médico.
Frente a esto, y considerando la los principios de lealtad y respeto entre practicantes, se sugiere plantear la denuncia desde el plano más informal (ojalá frente a los mismos involucrados) y en caso de no obtener resultados favorables, llevar la denuncia ante autoridades superiores.
El tema no es menor si además consideramos las posibles implicancias de una denuncia llevada hasta las últimas consecuencias. Por un lado, cuando hay envidias o choques personales entre colegas, se puede utilizar como arma para desprestigiar injustamente al profesional denunciado, y por otro lado, cuando se quiere denunciar a un colega ampliamente querido y reconocido en el medio, existe el riesgo de generar hostilidades y represalias en el resto del personal médico.
Un caso especial lo compone el alumnado, ya que por su condición natural quedan expuestos a todo tipo de abusos por parte de sus superiores. Para contrarrestar esto, se sugiere la creación de comités éticos universitarios que acojan las inquietudes y observaciones de los estudiantes, permitiéndoles la protección del anonimato.
Para finalizar, sólo queda por destacar la gran incertidumbre causada por el choque de la teoría con la práctica. Si bien los fundamentos éticos son claros, en la práctica suelen ser ignorados con facilidad, lo que resulta en situaciones poco gratas para el personal y los pacientes. Citando a un viejo amigo: “En mi casa se podía opinar todo lo que quisieras, pero las cosas se hacían de una manera y no había derecho a reclamos”. Al enfrentarnos con este panorama tan desalentador y ominoso, no queda otra que ser optimistas y apostar por un cambio que nazca de nosotros para crear un medio de trabajo más grato y humano, en donde no se pierdan las perspectivas sobre lo que es realmente importante.
(Caray, qué optimista... apenas me reconozco)
Monday, November 05, 2007
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1 comment:
hubiera sido interesante agregar lo que escribiste al trabajo de ética...
sí, no te lo dije pero por errores logisticos curiosamente no se agregó tu parte al trabajo...
son cosas q pasan...
talvez zorrilla algún día pase por aki y deje un post...
y el trabajo no se vea tan escuálido...
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