Si, ya, lo acepto, por fin me rindo, mi estado basal es la tristeza, despair, sorrow, pena, soledad y miseria. Es el día más oscuro y la noche más brillante. Las cosas pasan por algo, y no hay mal que por bien no venga e hijos de puta que si me vuelven a encajar otra de sus frases clichés juro por dios, y dios me perdone, que me cagaré en todos sus santos.
Desahogo? Dificil es deshacerse de un llanto que se niega a salir. Aprieta como idiota, como idiota, me siento tan idiota, tan idiota. Me siento triste, triste, día negro, noche insomne. Para qué sirve el dulce de una tarta de trufa sino sirve para calmar mi amargura?
Querer. Querer querer es mi trauma. Vivir es un parto que no termina. Hace poco, cuando arreglé esta mierda de internet que no dejaba de caerse, que no deja de caerse, le dije a mi mamá con mi mejor cara de imbécil: mira, si yo me rindiera ante cualquier dificultad asi tan fácil, entonces no seria yo ni estaría donde estoy.
Tengo unas ganas asquerosas de comerme mis propias palabras con la ayuda de dos litros de aceite, a ver si las vomito y regurgito para comérmelas de nuevo como un perro que se come su propio vómito a medida que un tren lo persigue y lo aplasta ante una multitud de héroes wannabe morbosos que no movieron ni un solo dedo para salvarlo.
No duele. No es que no duela, ya no me queda nada por doler.
Triste, otra vez triste y aquí otra vez, dando pena como retardado este muro de lamentos. De nuevo me toca leer un capitulo que creía olvidado, y me dan unas ganas atroces de odiar al wn pesimista que cree saberlo todo, que profetiza todo, que sonríe cuando tiene razón… aunque sus predicciones signifiquen que todo es negro como un carbón pudriéndose en el fuego de una amistad hipócrita en medio del asado del ombligo donde todos compartieron su egoísmo en común. El wn tiene verdades que te hacen odiarlo, pero cuando el incendio se apaga y la tormenta cesa, resulta que ese wn es el único bastón que me permite seguir en pie.
Qué diablos, la noche es negra y calurosa. Pero en mi pecho se revienta, estalla, explota un negro frio y azulado, una mierda remota siempre cercana.
Ya pasará. La primera vez me sentí morir en la noche santiaguina, caminando hacia el metro con dirección hacia un taxi. Iba llorando, lamentando, su perfume aún en mis brazos, la pena aún en mis ideas. Lágrimas iban, venían y volvían. Fue una pena tan atroz que el taxista ni siquiera osó en preguntarme qué demonios estaba mal conmigo.
Incluso hoy no sabría responderle.
La segunda vez fue en otra noche brillante de amargura. Toleré una estúpida cháchara de por qué no, de por qué no, de por qué no. Debí cortarla y mandarme a cambiar. O es, o no es, pero no estoy para andar tolerando que me tengan lástima, ni menos rogar por migajas.
“Esta weá es así de simple. O le gustas, o no. Siempre está el idiota que cree que a pesar de no gustarle, hace cosas creyendo que avanza hacia algún lado, que acumula puntos y… basta que llegue un wn más bien parecido, adinerado, bakanoso, estiloso, para que su esfuerzo se lo pasen por la raja”
No cambió su opinión. Segundo rechazo, larga caminata. Una chaqueta de cuero envuelta en una larga bufanda negra. Y señalo la ropa porque no me sentí ahí, me sentí ido, desaparecido, triste como perdiz, avergonzando como avestruz.
Triste, negro, me perdí en medio de la noche. Instinto decía que caminar me llevaría hacia un lugar menos triste, negro, me perdí en medio de la noche. Instinto me decía que caminar me llevaría hacía un lugar menos triste, negro…
A casa. Pero casa dejó de ser segura y se convirtió en un campo de batalla.
Corazón roto, recogí los pedazos hiriéndome las manos. Sangré penas y noches y angustias, siempre con la sensación de sentirme miserable, de dar lástima, de ser uno más y no uno distinto. Lo intenté por última vez, y nuevamente me estamparon un no en la cabeza. Dolor, dolor, por qué molesta tanto su rima con amor? Al principio no dolió. No lo creí. Sólo cuando caí sentado en el sillón rojo, viendo algo que ni siquiera vi, la pena me inundó y me sentí tan desdichado, tan desdichado que quise morir enterrado en un sillón rojo, viendo algo que ni siquiera vi…
La bicicleta aguantó mis berrinches. Me enojé conmigo y decidí cambiar lo que siempre supe que estaba mal, que estaba de más. Bajé de peso, me quité 30 kilos de encima en medio de sudor y más sudor, porque no es fácil, no fue fácil.
No está siendo fácil.
No sé si podrá seguir siendo fácil.
Y nuevamente otro no. Que no, que no, que no, por esto, por aquello, y ya basta. Volvió la neblina oscura de mi juventud, cuando escribía poemas negros cargados de tinta negra, con pensamientos negros y más encimas basureados por un maestro cochino, funesto y negro.
Oh, palabras, palabras, si del amor al odio hay un paso, si de la amistad al amor hay una cama, palabras, palabras. Palabras que no se dicen, palabras que se suponen dichas. Al final, desdicha.
Por unos días de falsa alegría me toca aguantar amargas estaciones de verdadera pena.
Esta vez será distinto.
Esta vez morí en vida.
Esta vez no recogeré los pedazos.