Estoy cansado. Es tarde, debería dormir y la verdad es que estoy enamorado. Claro, no todo es magia, armonía y mariposas en los intestinos. Siento tanta incertidumbre... las dudas, la distancia y el tiempo parecen coludidos en joderme la existencia.
La muerte nos da una vida de ventaja para crear el infierno que nos corresponde.
A pesar de todo, sonrío. Si bien la distancia apaga una flama pequeña, puede avivar el fuego de una gran hoguera.
En mi caso esto podría convertirse en un incendio forestal. Vendrian los bomberos con sus extrañas mangueras meadoras y se los juro, amiguitos, que les costaría un mundo apagarme.
Ella me tiene loco. Mi tía dice que los verdaderos locos no sonríen. Te hablan de lo cotidiano y parecen normales hasta que se levantan de la mesa "porque tengo que darles mi reporte a los hombrecitos de la estrella Zyg28".
Y zas, se largan y te dejan con la duda.
Iniciador, purificador, magnético, puro y corrompible.
Cuando empecé este blog no tenía nada en mente. El otro día entré a una tienda de poleras pensando en nada y me asaltó un vendedor hiperquinético, apurado y medio estresado. Tenía un pelo largo y crespo que le tapaba parte de los ojos. Era el típico joven metalero que uno siempre quiso ser, pero con menos gracia: desteñido y hediondo.
- Que quieres? - inquirió Crispín, como si fuera a robarme una de sus putas poleras
- Una polera...mmm... como esta que estoy viendo- le señalé una amarilla tiernucha
- De que quieres la polera?
- Me gustaría que fuera manga larga y... am... - dudé al ver su cara de marihuana.
- SI, PERO DE QUÉ QUIERES LA POLERA!!??'- casi gritó y abrió los ojos como condenado.
Un par de tipos se voltearon a mirar, extrañados. Me dieron unas ganas atroces de romperle la cara por cabrón y... obviamente le pedí una de Metallica, no me quedó buena y cuando se la devolví soñé con tirarle la polera a la cara y decirle "ahí tenís tu cochiná de polera".
Soñé, soñé.
Cada sueño frustrado se vuelve una pesadilla sonriente.
Cuando niño divagaba por la nada. Durante el primer año básico iba a jugar "spirit ball" y me llegó un pelotazo en la cara. Me tomó 7 años perderle el miedo a la pelota desgraciada.
También niño, pensando en nada, el Valenzuela me metió un gol desde la mitad de la cancha. Me tomó de sorpresa y no sé si fue cierto, pero sentí que mi equipo comenzó a quererme menos.
No sé en qué pensaba.
Pensaba en nada.
Así tal cual me bajé del bus. Casi 5 minutos para medianoche. El cielo oscuro, las estrellas coquetas, un letrero que decía: Paradero 9. Tomo el celular:
-...-
- ... espera un momento... ALÓ, QUE ESPERAI PA IR A BUSCAR LAS CERVEZAS?-
- Eh... hola? Soy Pablo Torres, que tal?
- Ahhhh, hola!!! Viniste a mi fiesta!!!
- Si, pero mira, me acabo de bajar del bus y no sé dónde ir.
- Camina hacia el norte. Estaré en la puerta de mi casa.
- Ah, ya! Genial! Nos vemos!
Y partí hacia el norte. Caminé unos cinco minutos al amparo de un camino solitario y polvoriento. Cuando vi el letrerito que decía "Paradero 10" supe que algo iba mal. Apliqué todos mis conocimientos de boy-scout, miré dónde crecía el musgo en los árboles, increpé a un perro sobre las verdades del universo y llegué a una conclusión: no sabía donde mierda era el norte.
La tia-abuela Ximena debe estar loca. No sonríe. Cuando tenía 17, en el funeral de mi abuelo, me topé con ella y me dijo "Oye, mira que estás guapo..." y luego añadió bien seria "pero no tanto como el Lautaro", su sobrino- nieto favorito.
Cuando niño me gustaba la profesora en práctica. Era primero básico, la sala tenía unas extrañas puertas de madera en la parte de atrás (nunca supe para qué las usaban... quizá metían a los niños pesados dentro) y yo jugaba con mis lápices. De pronto la profe-alumna se puso a hablar de la belleza:
- Aunque las personas parezcan feas por fuera, pueden tener una belleza interior.
Yo la miré exatasiado. Era la reencarnación femenina de Buda hablando. Nuestros ojos se encontraron y...
- Por ejemplo, Torres tiene los ojos cafés, pero por dentro deben ser de un azul muy bonito- dijo con cara de listilla.
Hasta ahí nomás llegó el amor.
Cuando niño recuerdo a mi padre. Recuerdo que fui a jugar a la pelota con mis compañeros a un estadio lejos lejos, y él me llevó. Se sentó en las graderías y yo me puse a jugar como nunca. Si hasta me robé el balón, corrí y casi meto un gol impresionante... en el arco de mi propio equipo. Antes de que alguien me bajara de mi nube con la vil verdad, miré a ver si papá estaba atento. Se lo perdió. Lo vi estudiando sus cosas raras de ingeniero.
La figura paterna. Un misterio. Si tu papá te dice que huevón lleva acento, pos lo lleva y que se jodan todos los demás huevones. Casi siempre mi figura paterna era prestada. El abuelo del vecino, el padre del amigo... cuando hacía las cosas bien me felicitaban con una chispa de desgano, pero cuando sus hijos hacian las cosas medianamente bien estallaban de alegría y dejaban en claro que, sin importar lo mucho que me esforzara, habia una pared infranqueable entre nosotros y nunca me querrían de verdad.
Así que viví como un niño rebelde. Ni ahí con la ropa limpia. Sucio, salvaje, la apariencia no me importaba ni un comino y me llegaban palos por hediondo. Ni ahí con las mujeres, el amor es para imbéciles, y los imbéciles se casan y tienen hijos como yo. Era muy competitivo. Si podía me las arreglaba para terminar ganando. La victoria era mi gran consuelo. Las notas, los videojuegos, los comportamientos nazis y el acondicionamiento a lo Pavlov. Ganar era decir "hola, eat me".
"Play to win, cabro"
Mi sueño era ser como mi padre. Lo veía tan sabio y tan numérico que siendo niño le pedí a la luna una vida tranquila, una vida de ingeniero, una vida como mi padre.
Mi madre solía decir cosas lindas, cosas pequeñas que suelen dale felicidad a los niños. Ibamos caminando en la noche y yo corría hacia la luna.
- Mamá, por qué la luna me sigue cuando corro?
- Es que la luna sigue a los niños inteligentes
- Ah...
- Mamá, puedo abrir el paraguas dentro de la casa?
- No, trae mala suerte
- Ah...
- Mamá, es cierto lo que dice mi hermana? soy adoptado?
- No, hijo, por dios. Es que a ella la sacamos de un tarro de basura y por eso es envidiosa.
- Ah...
- Mamá, es bueno tocarse ahi abajo?
- No... si te lo manoseas mucho puede que se te vuelva gigante y se te caiga a pedazos.
- Ah...
- Mamá, los ojos cafés son feos?
-...-
Sigo buscando recuerdos. Otra vez niño, pero no tanto. 13? 14?. Juego basquetbol. La verdad es que siempre fui un tipo inagil y fofo, pero muy perseverante y duro de matar. Si el profe de la cancha del barrio decía 15 vueltas, yo me las daba. Ni ahí con rogarle "profe, tengo 20 kilos de sobrepeso, apiadese de mi". No, corría como condenado hasta vomitar. Cuando los otros niños se quejaron, el profe (que era pelado al ras y seriote) dijo "Que les pasa? No ven que corrió al mismo nivel que ustedes?".
Mi figura paterna favororita son los profesores.
En otra clase del taller basquetboliano, en medio de un partido, mientras corria jurando que me podrian dar un pase, tropecé con el as del equipo (mi mismo equipo) y nos fuimos de bruces al piso. Casi me rompo el brazo. No lloré pero el brazo me dolió hasta el alma. Me fui a mi casa y me sobé bajo un chorro de agua fría.
Más allá del dolor, fue la vergüenza lo que me mantuvo lejos de las canchas.
Hace poco volví a jugar futbol. Recordé lo mucho que odiaba los juegos en equipo. En el pasado nunca me pasaban el balón, corría ilusionado, la cagaba cada vez que me daban el pase y... terminaba aburrido jugando de arquero.
Valenzuela me hizo un gol de media cancha, como pude ser tan...
Pero ahora es distinto. El ambiente fue distinto. Me sentí a gusto y aunque le tenía miedo al balón, la pasé bien y justo cuando se ponía mejor... se acabó el tiempo.
Tenerle miedo al balón es tenerle miedo al protagonismo.
Cuando bailo o cuando hago algo con inseguridad, me encargo de parecer un idiota que no sabe lo que hace. En cambio, otras personas dan lo mejor de sí por hacer las cosas, aunque no tengan la graaan pericia.
"Elemental, mi querido Watson"
"Lo que falta aqui es convicción, lo que falta aquí es confianza"
- Dime, que te gusta de los hombres?
- Que sean muy seguros de sí mismos
- Si? Aunque se equivoquen?
- Si, aunque se equivoquen. Me gusta cuando confían en sí mismos.
Ah, si? Pues a mi me excitan las mujeres peleando en el barro.
En bikini.
Y la verdad es que después me dio cosa ganar tanto. Ganar siempre. En los videojuegos, con un primo, el compadre se desesperaba de tanto perder que le brotaban lágrimas y conductas agresivas. Muchas veces bajé mi nivel para que las cosas fueran reñidas. Perder es asqueroso, perder muy seguido es fatal, y descubrí que si me dejaba ganar podría darle felicidad a muchas personas.
Si las hacía sentir superiores a mí serían felices.
Una vez fui a veranear con la familia de un colega de papá. Había un niño de mi misma edad pero deportivo, bueno para las matemáticas, el futbol, hacer amigos y ligar con chicas.
El verano estaba muriendo cuando, mientras atardecía y caminabamos de vuelta a la cabaña, lo desafié a caminar rápido.
Me ganó.
- Pablo... sabís que te he ganado en todo- dijo con aires de superioridad.
-...- no pude decir nada. Era cierto. El tipo era flaco, atlético, las tenía todas para ser un mini-winner universitario.
Ahi me cayó la teja. Si un tipo viene y me gana en todo... entonces, qué soy yo? un perdedor?
La vida es ganar o perder?
Es caer bien o caer mal?
Es una maldita y monótona competencia?
Quizá ahí perdí la confianza en mí. Dejé de creer en las competencias como camino a la identidad.
Quizá por eso suelo reaccionar lento a las cosas. Por algo desespero a los demás porque no me desespero. Por algo no me tomo las cosas tan en serio.
Que una persona gane una carrera no significa que sea una mejor persona. Sólo significa que es buena para correr.
La clave es sentirse bien con uno mismo. Eso se logra dando lo mejor de sí durante cada segundo.
Uno decide cual es el límite. Somos nuestros jueces y verdugos, y también nuestros admiradores más fervientes.
No asumir el protagonismo por miedo de opacar a los demás... es una excusa barata y egoista.
Es como pensar en nada.